📍 Calle Larga 225

La historia de la Quinta de Recreo El Monito comenzó en 1960, cuando Erminia y Ovidio soñaban con levantar un lugar propio. El terreno era baldío, pero Ovidio, garzón de oficio, lo compró con la ilusión de abrir un espacio para recibir a la gente, mientras Erminia acompañaba cada paso.

El primer espacio fue modesto: una pequeña construcción con baño y cocina. Con esfuerzo y sacrificio, el sueño tomó forma: primero un croquis, luego un plano y finalmente la casa grande.

La consolidación llegó en los 70, cuando el bolichito inicial se transformó en casa de recreo. No fue fácil: no había alcantarillado, la electricidad era deficiente y muchos servicios faltaban. Muy cerca, en la calle Lo Martínez, pasaba un canal que marcaba el paisaje.

Desde el inicio, el lugar no se pensó para bailar, sino para comer. Y fue la comida la que lo hizo famoso. Los fines de semana los clientes pedían prietas, manitos y cabezas de cerdo cocidas con papas. Era costumbre pedir “una cabecita” para compartir, servida con papas y ensaladas.

Con el tiempo, la carta creció. El caldo de pata se volvió plato estrella. Al principio se ofrecía más tarde, pero los clientes lo pedían temprano y Erminia lo preparaba desde las 7 de la mañana, ideal para reponerse tras una larga noche.

Luego llegaron humitas, empanadas, pasteles de choclo y cazuelas. Estas últimas se hicieron tradición: cuando no había, los clientes se molestaban.

La comida se acompañaba con ponche culén, colemono y ponche de fruta. Aunque cada una tenía su temporada, más de un cliente pedía culén helado en pleno invierno.

Así, desde un comienzo humilde en los 60 hasta su consolidación en los 70, la Quinta de Recreo El Monito, levantada por Erminia y Ovidio, se convirtió en un punto de encuentro recordado por su cocina casera, su ambiente familiar y la perseverancia que lo hizo posible.

Hoy, aunque don Ovidio ya no está y la enfermedad obligó a Erminia a cerrar el negocio, la casona sigue en pie. Sus muros guardan el aroma de las cazuelas y la memoria de un lugar que nunca muere en el corazón de quienes lo conocieron.

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